Un paseo por Argel (I)
Viajes - Visitas a Lugares



Hacía años que el viajero había dejado Argelia. Tantos, que a veces le parecía que hubiera sido en otra vida.


Había pasado unos años trabajando en el país para desarrollar un proyecto que le permitió conocer no sólo la ciudad de Orán (la encantadora Wahran el Bahia) sino también desplazarse por la wilaya (provincia) y por otras wilayas adyacentes. Eso hizo que le resultase fácil integrarse en la comunidad e ir haciendo amigos que, amablemente y con el tiempo, le invitaron a compartir sus eventos y sus vidas. Con ello, poco a poco, fue aprendiendo a conocer a un pueblo, a respetarlo y a amarlo.  


Había compartido experiencias increíbles que habían hecho que Argelia se le metiese en la piel y en el corazón como no lo había hecho ninguno de los países del mundo en los que, por trabajo y siguiendo diferentes proyectos, había estado desarrollando su labor.


Su participación en el proyecto acabó y el viajero debió dejar Argelia. Pero lo hizo con un doble sentimiento, por una parte, de alegría, al volver a su país, España, después de unos años y, por otra parte, sentía que todavía no era el momento de irse, ya que todavía le quedaban cosas por hacer.


Pero la vida está hecha de etapas y cuando una acaba, otra comienza, con lo cual el viajero debía integrarse a un nuevo equipo y participar en otros proyectos. Por tanto, dejó Argelia físicamente pero su recuerdo siempre le acompañó en su mente y en su corazón. Colaboró en otros proyectos y en otros países, pero el recuerdo de Argelia seguía diciéndole que debía volver. El viajero sentía en su interior las palabras del poeta argelino Malek Haddad acerca de que “Nunca llegamos por primera vez a Argelia…. y cuando nos vamos, no la dejamos para siempre”.


El viajero no lo sabía…no podía saberlo… pero en el destino estaba escrito (maktub) que un día volvería a pisar la tierra que tanto le impactó, que le abrió los ojos a conocer íntimamente aquella parte del mundo y que tanto amó.


Pasaron los años, se sucedieron los proyectos y su pensamiento siempre estaba cerca de Argelia, de los amigos que había dejado allí y de algunos con los que mantenía el contacto y que, en algún momento, habían podido viajar a España y con los que se había reunido. Y entonces llegó la pandemia. 


La pandemia que afectó a todo el mundo, también afectó a los viajes, a las relaciones, a los trabajos y el viajero tuvo que aparcar sus deseos de volver a Argelia hasta que la situación volviese a la normalidad.


Finalmente, una vez que la normalidad volvió a los países, el viajero pudo planificar un viaje y reencontrarse de nuevo con su amada Argelia. La Argelia en la que tantas experiencias vivió y que tantos recuerdos le había traído a través de los años.


Lo primero que experimentó es que el trayecto en avión desde Madrid a Argel sólo duró una hora y veinte minutos, lo cual reforzó la sensación de proximidad física de este país hermano y amigo.


Una vez aterrizado en el aeropuerto internacional de Houari Boumedienne, los trámites de entrada al país fueron sencillos, el personal del aeropuerto fue amable y eficiente y la recuperación del equipaje fue rápida, con lo cual, tardó poco en reunirse con la persona que le esperaba en la puerta de salida de los pasajeros y que sería su guía y acompañante durante su estancia en Argelia.


Vestida de un blanco radiante y con la belleza, la distinción y el encanto misterioso de las mujeres argelinas (que al viajero le recordó a las princesas bereberes de otras épocas), la guía le recibió con una sonrisa y tras los saludos y explicaciones iniciales, le acompañó a tomar el vehículo desde el que empezarían la aventura en Argelia. 


Lo primero que el viajero vio en la distancia fue el magnífico monumento a los mártires, monumento que visitaría a lo largo de su estancia en el país.


Después de descansar en el alojamiento que le acogería durante su estancia en el país, el viajero se encontró con su guía y se dirigieron a visitar un pequeño puerto deportivo y pesquero en donde poder pasear y empezar a tomar contacto con la población local. Durante el paseo la noche fue cayendo y las estrellas empezaron a iluminar a las familias, parejas y otros visitantes que acudían a respirar un poco de aire de mar, pescar desde las piedras del muelle exterior, cenar en sus restaurantes y relajarse al final del día. 


La noche clara y cálida y la sucesión de embarcaciones de todos los tamaños a lo largo de los muelles, así como la suave música que salía de los diferentes locales le proporcionó al viajero una sensación de tranquilidad y relajación durante todo el paseo y le permitió sentir que había llegado a “su tierra amada” después de tantos años.


Una vez de vuelta a su alojamiento y de haber descansado plácidamente, al día siguiente su guía le acompañó a visitar la capital, a encontrarse de nuevo con Argel.


Ya en Argel, el viajero se dispuso a redescubrir lo conocido y descubrir lo que había de nuevo en la ciudad tantos años oculta a sus miradas y a sus pasos. Argel (Al-Yazair, “las islas”), también llamada Argel “la blanca”, por la sucesión de edificios que recorren el Boulevard Zighoud Youcef que, situado frente al puerto y con sus blancas y luminosas fachadas, es la primera y más uniforme visión que le llega al visitante que accede a la capital por barco, antes de desembarcar en el puerto. El puerto de Argel es el más importante del país y ha sido desde tiempos muy antiguos, un enclave fundamental en la cuenca mediterránea y en las relaciones entre los diferentes pueblos que, desde siempre, la han habitado.


Argel también recibe los nombres de El Bahdja (“la alegre”) y El Mahroussa (“la bien protegida”) y todos estos nombres muestran al viajero una ciudad vital y bulliciosa que es una mezcla de oriente y de occidente, de tradición y de modernidad, de orgullo por sus orígenes y de cálida acogida a quien se acerca a visitarla.


Pasear por las calles de Argel significa recorrer su historia a través de la arquitectura de sus edificios y de los monumentos que nos muestran un contraste harmonioso entre las antiguas civilizaciones y culturas que se asentaron en la ciudad y la actualidad y modernidad más recientes. Significa sentir la ciudad, reconocer aromas y olores y descubrir otros nuevos; mezclarse con la gente; admirar los museos; perderse por las calles y descubrir nuevos rincones. Significa, sobre todo, fundirse con una ciudad que te acoge de manera, discreta, curiosa y por supuesto, siempre afectuosa y amable.


El viajero y su guía aparcaron el vehículo en los alrededores de La Grande Poste (Correos) y se encaminaron por la calle Larbi Ben M’hidi, la cual le recordaba otras épocas debido a sus edificios, sus pórticos y sus adornos, hacia la plaza del Emir Abd el Kader, en donde pudo admirar la estatua de este líder de la resistencia frente a la colonización francesa y artífice del estado argelino moderno. En la plaza y detrás de unas palmeras, se encuentra el edificio del Ayuntamiento de Argel centro y en su proximidad está la APC (la Asamblea Popular Comunal). Una vez visto este entorno y como el día era soleado e invitaba a pasear, el viajero continuó su camino y descendió hasta el Boulevard Zighoud Youcef desde donde pudo admirar la vista del extenso puerto de Argel desde este paseo marítimo privilegiado.

   

En ese punto de confluencia, lo primero que el viajero observa y admira es el enorme y clásico edificio de la Asamblea Popular Nacional, que es la cámara baja del Parlamento de Argelia. Esta Asamblea está compuesta por 462 diputados elegidos por un periodo de cinco años.

A su lado está el edificio de la Wilaya de Argel del cual, entre otras cosas, se pueden admirar en ambos laterales sus balcones en madera con las celosías típicas de la época.

Avanzando por el Boulevard, el viajero se encuentra con sucesivos edificios como, por ejemplo, las oficinas de Air Algérie, el Banco de Argelia, el Consejo de la Nación (lugar de trabajo de los 174 senadores, cuya mitad de ellos se renueva cada tres años y por un mandato total de seis años) y otros muchos, casi todos con sus blancas fachadas (y alguno con labores de mantenimiento de las mismas) y que dan lugar al nombre de “La Blanca” a esta capital. 

Desde el Boulevard, justo enfrente y en la zona baja se pueden ver no solo el puerto y los diferentes muelles a donde llegan mercancías y pasajeros sino también la estación de tren de Argel. Estación cuya construcción original fue inaugurada el 15 de agosto de 1862 es el lugar desde donde parten (o llegan) los pasajeros para otros destinos de la capital y del país.

   

Monumento a los argelinos deportados al extranjero

A lo largo del Boulevard también se puede ver el Monumento a los argelinos deportados al extranjero que tiene una especial carga simbólica debido a los miles de personas que sufrieron ese destino y al lugar (frente al puerto de partida) en el que ha sido emplazado.

A partir de este punto la calle pasa a llamarse Boulevard de Ernesto Che Guevara y pasando enfrente del Ayuntamiento y a la oficina de policía de la Casbah, llegamos a la Plaza de los Mártires. Desde esta plaza el visitante podrá acceder a la Casbah por la parte baja. 

En esta plaza se encuentra uno de los accesos a la línea 1 del metro (que une el centro de Argel con la Casbah y Bab el Oued) y una excavación arqueológica en la que se han encontrado vestigios de fin del siglo I av.C., así como restos de las civilizaciones romana, bizantina, islámica y otomana. Realmente es interesante ver este barrio otomano situado en la Casbah baja.

Al lado de la plaza se encuentra la Mezquita Nueva (Djamaa Eldjadid), también conocida como Mezquita de la Pesca y que es una de las más antiguas de Argel. Construida en 1660, es de estilo morisco y es uno de los edificios más importantes del periodo otomano.


Un poco más atrás de esta mezquita, si continuamos por la calle Ben Hafidh, nos encontraremos en primer lugar, con el edificio de la Cámara de Comercio e Industria y a su lado, con la Mezquita Grande (Djamaa Elkabir). 

   

Y al lado de esta mezquita se encuentra, según dicen algunos, el café más antiguo de Argel, el café Tlemçani, que desde su creación en 1820 ha sido lugar de reunión de intelectuales, artistas, deportistas y otras gentes. Merece la pena hacer una visita a este lugar que es como un libro de historia de la vida de Argel y mantiene un encanto particular. Y bien sea en el interior o en la terraza que hay a nivel de la calle, tomar un café o refrigerio mientras se descansa y se disfruta de la brisa marina que, desde el puerto de pescadores que está al otro lado de la calle, alcanza este histórico y carismático café.


Después de ese recorrido y, para poder volver al centro de Argel, puedes tomar el metro de la Plaza de los Mártires. El metro de Argel, inaugurado el 31 de octubre de 2011, tiene unas estaciones espaciosas, limpias y muy accesibles a todo tipo de pasajeros con necesidades específicas, con lo cual este medio de transporte es una manera cómoda, segura y rápida de moverte por la capital. Además, como tienen bonos de viajes que puedes utilizar entre el tren y la red de tranvía, te permite una mayor flexibilidad a la hora de hacer tus desplazamientos por la capital.

    

Por la tarde, al viajero le propusieron conocer una zona que era muy frecuentada por gente que iba a hacer deporte, normalmente al comenzar el día, pero también por amigos que van a pasear frente al mar y por familias que iban a relajarse y a comer algo y reponer fuerzas al anochecer, cuando la temperatura del verano desciende un poco. Se trata de una zona de playa en Mohammadia, llamada Les Sablettes, y que va desde la estación desaladora de agua de El Hamma hasta la salida al mar del Oued El Harrach (donde se hizo un corredor ecológico para alcanzar una mejora sostenible de la zona), y en la que se encuentran unas playas, un puerto, un parque de ocio con una gran noria y otras actividades que ponen un buen punto final a un caluroso día. Hay diferentes atracciones para niños y mayores como una noria, juegos varios, etc. 


Tras aparcar el coche en los grandes aparcamientos públicos (parking Les Sablettes) y cruzar la carretera N11 (Rocade Nord Alger) por un paso elevado se llega a la zona mencionada y es un lugar desde el que mientras se camina por ese paseo marítimo o simplemente se descansa sentado en los bancos o en las zonas verdes, se puede admirar por la noche no solo la inmensidad del mar que baña Argel, sino también la Gran Mezquita de Argel cuya iluminación desde la parte superior de su gran minarete de 265 metros de altura (el más alto del mundo) nos da la sensación de ser una estrella cercana en la noche, que observa y guía a quienes allí se encuentran.


Después de un paseo tranquilo por los alrededores, con degustación de un helado incluido (el entorno y la temperatura lo aconsejaban…), el viajero quiso conocer el monumento a los Mártires, aquel que había visto en la distancia después de salir del aeropuerto a su llegada al país. 


Situado en la parte alta de Argel, en la comuna de El Madania, este Memorial a los Mártires fue erigido en 1982, en memoria a los combatientes argelinos que murieron en la guerra de la independencia de Argelia defendiendo a su país, es un monumento que impresiona más aún cuando lo ves de cerca.


Cuando el viajero llegó al lugar ya era de noche, un poco tarde y empezaba a llover con una lluvia fina que permitía aligerar un poco el calor de la jornada, pero todavía había muchos coches aparcados en las inmediaciones y bastantes visitantes. 


La primera visión de este monumento por la noche es espectacular. Ver este monumento iluminado con los colores blanco, verde y rojo, con sus 92 metros de alto y formando tres palmas estilizadas que representan las revoluciones cultural, agraria e industrial, realmente es digno de admiración.


Además, en la base del monumento se encuentra el Museo Nacional del Moudjahid que también merece la pena ser visitado por sus pinturas, armas, documentos y archivos de esta parte de la historia de la independencia de Argelia y de los mártires que, defendiendo a su patria, murieron. Mártires que se han ido pero que, a través de este museo, su recuerdo permanece en el tiempo.


La lluvia acompañó al viajero a lo largo de su visita al monumento. A veces, los viajes tienen estas cosas, pero esta misma lluvia hacía que los tres colores se viesen más fuertes y destacasen más en la distancia y al rotar sobre las tres palmas ofrecían al viajero y demás visitantes una maravillosa estética del monumento y eso es lo que hizo del fin de la jornada algo especial.