Los Caminos a Santiago
Viajes - Visitas a Lugares


Hospes eram et collegistitis me


Estas dos reflexiones proporcionan todo el sentido a lo que representa esa peregrinación que muchos realizan en un momento de sus vidas.


Comenzando por el principio, vamos a ver de dónde surge todo este fenómeno social, que ha pervivido en el tiempo durante más de 12 siglos y con altibajos, siempre ha estado presente de una u otra forma en nuestra cultura y forma de entender la vida.


Santiago de Zebedeo, también conocido como Santiago el mayor, fue uno de los discípulos que escogió Jesús, para dar a conocer al mundo, el mensaje que quería hacer llegar a toda la humanidad.


El apóstol Santiago, fue uno de los más destacados entre aquel selecto grupo y según las escrituras, se le conocía como el hijo del trueno, por el ímpetu que impregnaba en todo lo que hacía.


Seguramente nació en Betsaida, una población de Galilea y fue hijo de Zebedeo y de Salomé y hermano de Juan.


Desde el principio, formó parte del círculo de los selectos del maestro, permaneciendo a su lado en todos los momentos relevantes que recogen las escrituras y también, en algunas de las apariciones de Jesús, después de haber sido crucificado.


Junto con a Simón Pedro y Juan, fue uno de los máximos referentes de la primera comunidad cristiana que se fue formando después de la muerte de su maestro y según se asegura en el Pentecostés, hacia el año 33, partió hacia el Mediterráneo para propagar el mensaje que había aprendido de Jesús.


La tradición nos dice, que predicó por los confines del mundo conocido hasta aquellos momentos y fue en la Hispania romana, donde intensificó este mensaje, que no debió contar con muchos partidarios, porque el desánimo le hizo abandonar la labor apostólica que estaba realizando y en su regreso hacia Jerusalén, el 2 de enero del año 40 se le apareció la virgen María en Zaragoza.


Murió decapitado a manos de Herodes Agripa I, en el año 41 o 44 y es reconocido como el patrono de España en dura pugna con San Millán y Santa Teresa.


Las referencias del apóstol, se pierden durante siglos y fue en el año 813 a 820, cuando un eremita que se encontraba en los confines de Galicia, observó la formación de un cúmulo de luces o de estrellas y rebuscando en el lugar del que procedían, encontró los restos de tres personas que enseguida se atribuyeron al apóstol Santiago y a sus discípulos Atanasio y Teodoro.


El eremita Pelayo, comunicó este hallazgo al obispo de Iria Flavia Teodomiro y la noticia corrió como un reguero de pólvora, y enseguida el rey Alfonso II el Casto, peregrinó desde Oviedo, que era la capital de su reino, hasta el lugar del hallazgo, certificando que aquellos restos eran los del apóstol Santiago, fundando la primera Iglesia en el lugar que se descubrieron estas reliquias.


Este hecho, fue el impulso necesario para que peregrinos procedentes de todos los reinos cristianos de Europa, se abalanzarán a mostrar sus respetos a uno de los discípulos del maestro y la peregrinación comenzó a tener un auge muy significativo y relevante.


Hasta entonces las peregrinaciones más importantes que los cristianos realizaban eran Jerusalén y Roma, se habían convertido en los lugares sagrados que todos los cristianos tenían que visitar, porque contenían la mayor parte de las reliquias que deseaban venerar.


Sin embargo, el camino de Santiago comenzó a adquirir una relevancia muy importante y con el paso del tiempo, consiguió desplazar a estos dos centros importantes del cristianismo y de la peregrinación que se hacía hasta entonces, permaneciendo con una vigencia importante después de 12 siglos.


Sin duda, el motivo por el que esta peregrinación ha pervivido con el paso del tiempo, ha sido por la hospitalidad que se ofrecía a los peregrinos en aquellos lugares por los que pasaban, porque los nobles y señores de cada reino, desde el principio, tuvieron muy claro que aquella avalancha de personas procedentes de otras culturas, generaría una riqueza importante tanto económica, cultural y social para los sitios por los que discurría.


Mucho se ha hablado y se ha debatido sobre la autenticidad de los restos que se veneran en Compostela. Hay una teoría seguida por muchas personas, que aseguran que los restos que en su día se encontraron en Compostela corresponden a Prisciliano, un hereje del siglo V, cuyo pecado consistía en predicar las verdaderas enseñanzas que el maestro transmitió y que, chocaban con las directrices de la Iglesia que había en esos momentos.


La peregrinación se convirtió en un motor importante del desarrollo de los incipientes reinos cristianos que estaban resurgiendo en esos momentos. Situémonos en la época en la que los restos del apóstol aparecen en Compostela. La península se encontraba prácticamente dominada por la invasión árabe y únicamente un reducto de cristianos que había en las montañas asturianas y las abruptas zonas del norte de la península, habían permanecido sin que la dominación musulmana hubiera hecho mella en las creencias de sus pobladores y seguramente, el trazado del Camino de Santiago que comenzó en tierras asturianas y posteriormente según se recuperaban territorios a los árabes, fue descendiendo hasta lo que conocemos como camino francés y que, representó una de las herramientas importantes en la reconquista, porque de no haber existido el camino y los miles de cristianos que lo transitaban, seguramente los árabes hubieran cruzado los Pirineos y se hubieran extendido por Europa con la misma facilidad que lo hicieron en la península.


A lo largo de la historia, el camino de Santiago ha sufrido muchos altibajos, porque en su época de esplendor llegó a contar con medio millón de peregrinos que lo recorrían cada año, para los que fue necesario habilitar espacios en los que poder pernoctar después de una dura jornada. Hospitales de peregrinos que han llegado hasta nuestros días, nos ofrecen una muestra de lo que se hacía para acoger a los peregrinos. El hospital del rey en Burgos, el parador de San Marcos en León o el parador de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela, representan solo una muestra, de las instalaciones que se destinaban para los peregrinos.


Burgos llegó a contar con 33 hospitales de peregrinos, que en ocasiones resultaban insuficientes para acoger a todos los que llegaban, lo que nos proporciona una idea de la importancia que llegó a tener la peregrinación a Compostela.


Pasada la edad media, la peregrinación fue decayendo y durante muchos años, también se perdieron los restos que se veneraban en la catedral de Santiago. En el año 1589, Francis Drake, llegó a las costas de Galicia y ante el temor de que arrasará la catedral y las reliquias, los restos que allí se conservaban fueron escondidos, apareciendo tres siglos más tarde, en el año 1879. a 30 m. de profundidad.


Antes del año 1000, en su campaña hacia Compostela, Almanzor, que también pasó por estas tierras arrasando todo lo que se encontraba su paso, destruyó una buena parte de los templos cristianos que estaban en su camino y a llegar a Compostela, respetó las reliquias del Santo, pero se llevó las campanas de la catedral para fabricar con ellas candelabros en la mezquita de Córdoba.


A lo largo de estos 12 siglos, el Camino de Santiago ha experimentado muchos altibajos, llegando incluso a permanecer en un letargo que prácticamente parecía que había desaparecido, pero como asegura un célebre peregrino, mientras haya un solo peregrino, siempre va a existir el camino.


Los milagros que se van atribuyendo al apóstol, son numerosos, desde la traslación de sus restos en una barca de piedra a la aparición en la batalla de Clavijo, que nunca existió frenando el avance de los árabes.


Es una cuestión de fe creer en estas cosas, pero como suele decir el refrán, algo tiene el agua cuando la bendicen y cuando nos encontramos a muchos peregrinos, que recorren una y otra vez el Camino de Santiago, tiene que ser por algún motivo, que para aquellos que no son peregrinos, resulta muy difícil de comprender.


El auge de la peregrinación fue a partir del año 1122, cuando el Papa Calixto II, encargó una peregrinación especial a personas de su confianza y Aymeric Picaud, redactó el códice Calixtino, que está considerado la primera guía turística de la historia y también el Papa, estableció mediante una bula el año Santo compostelano, ratificado posteriormente por Alejandro III mediante la bula Regis Aeternis, que otorga indulgencias especiales a todos los peregrinos que recorren cualquiera de los caminos, cuando la festividad del apóstol coincide en domingo.


El Camino de Santiago, es mucho más de lo que podamos describir sobre aquellos valores que la peregrinación puede llegar a tener, si la miramos y la hacemos únicamente con la fe del que espera encontrarse ante el apóstol para venerar las reliquias de un hombre santo. El camino representa un viaje interior, que todo ser humano necesita hacer en algún momento de su vida. Seguramente porque mientras se va avanzando de forma pausada, disponemos de tiempo para meditar sobre esas cosas que nuestra vida diaria resulta muy difícil poder hacerlo.


Podemos repetir una jornada del Camino de Santiago una docena de veces y hacer una docena de valoraciones diferentes cada vez que lo recorramos, porque nunca va a resultar igual que el día anterior y será diferente al día siguiente, ya que el ánimo con el que afrontamos esa nueva jornada, las condiciones externas que tenemos a nuestro alrededor, el ánimo o las personas que nos vayamos encontrando serán siempre diferentes y eso, es lo que hace diferente a esa jornada y a todas las que podamos recorrer.


Como aseguraba Goethe, aunque creo que él nunca llegó a pronunciar esta cita famosa, Europa se construye a través del Camino de Santiago. Fue gracias al trazado del camino por donde fueron llegando todas las influencias europeas a la península. La cultura, el arte, la forma de vida, los oficios y la economía que iban dejando los peregrinos, representó ese impulso importante y necesario que transformó una sociedad que alcanzó su mayor auge, al final de la edad media, llegando a convertir a Castilla, en el centro económico y de poder más influyente de todo el universo.


Esos son los verdaderos valores que ofrece el camino a los peregrinos que lo recorren, ese intercambio cultural y la riqueza que va generando por los lugares por los que discurre, que convierten esta ruta de peregrinación en un patrimonio inmaterial que estamos obligados a mantener y a transmitir.


En los últimos años, el camino de Santiago llegó a experimentar uno de los momentos más bajos de su larga historia y durante la primera mitad del siglo XX, permanecía aletargado, llegando a contar cada año con apenas cuatro docenas de peregrinos que lo recorrían.


Sin embargo, cíclicamente el camino se va regenerando, siempre habrá alguien, que como el ave Fénix, lo haga resurgir de sus cenizas y providencialmente, en los años 50, un menudo y enérgico sacerdote que fue destinado a una de las aldeas más míseras de Galicia, al Cebreiro, consiguió recuperar la peregrinación que estaba en declive.


Don Elías Valiña que así se llamaba este sacerdote, no solo recuperó la peregrinación, sino que la llevó a unos niveles que solamente en la edad media se habían conocido. Él fue quien marcó el trazado del camino francés con muy pocos medios, pero con un entusiasmo enorme, fue el inventor de la flecha amarilla que siguen todos los peregrinos desde cualquier lugar del viejo continente y en el congreso de Jaca, estableció las pautas para que la peregrinación a Santiago adquiriera esa relevancia que había perdido.


Sin duda, este humilde sacerdote, ha sido a lo largo de la historia uno de los principales artífices en lo que ahora conocemos del Camino de Santiago, porque nos legó unas enseñanzas que muchos tratamos de imitar.


Tradicionalmente, el camino de referencia que seguían los peregrinos, era conocido como el camino francés, porque el mayor número de peregrinos que llegaban a Compostela procedían de Europa y a través de diferentes caminos, cruzaban los Pirineos por Roncesvalles y Somport y acabaron dando nombre al trazado que los francos, que representaban el principal porcentaje de peregrinos que llegaban a la ciudad del apóstol, mantenían viva la peregrinación.



Autor: Almeida

Albergue de Peregrinos de Tábara (Zamora)